Hay veces que la soledad es el precio de la libertad

Suele decirse que mejor solos que mal acompañados y que es mejor una soledad digna que intentar mantener un NO amor a nuestro lado. Con “NO amor” nos referimos a esas parejas que solo se alimentan de insatisfacciones y en las que reinan sentimientos negativos que se apoderan de la libertad emocional de sus miembros.
Es habitual que en algún momento de nuestra vida caigamos en estas malas relaciones, pues desde la más tierna infancia aprendemos que la pareja ideal tiene que ser la de “no puedo vivir sin ti”, “sin ti mi vida no tendría sentido”, “si me faltas me muero”, etc.
Si analizamos estas frases nos damos cuenta de que desatan una escalada de presiones y de exigencias sobre la otra persona y sobre la relación en sí que puede llegar a someternos y a mermar nuestro yo interno.
Por eso, cuando llegamos a enfrentarnos a una relación insana, nos toca reaprender algo que tendríamos que tener muy claro: la única persona a la que necesitamos para vivir somos nosotros mismos. Ni más ni menos, esto es bastante simple. No hay amor sin amor propio.

El amor de tu vida eres tú mismo.  ¿Cuándo lo vas a entender?
El amor no suplica, el amor no ruega, el amor no implora, el amor no se llora en exceso.
El amor es una condición saludable, el amor es una condición positiva, el amor es una habilidad. El amor es una ambición de muchos pero un privilegio de pocos.


El miedo a estar solos nos ata a malas relaciones

En principio el miedo a estar solo en la vida es algo adaptativo, positivo y saludable. Sin embargo, como en todo, hay ciertos límites que no se deben sobrepasar. Concretamente el de someterse al dolor y aguantar todo tipo de sufrimientos para evitar la separación.

Muchas personas como consecuencia de la educación recibida y de las experiencias vividas, sienten una gran desesperación ante la idea de sentirse solos en el mundo, lo cual los empuja a implicarse en relaciones disfuncionales.
Hay un texto de Maria Teresa de Calcuta que habla sobre esto y resulta verdaderamente abrumador.
“Hay personas que tienen pareja pero se sienten tan solas y vacías como si no las tuvieran.
Hay otras que por no esperar deciden caminar al lado de alguien equivocado y en su egoísmo, no permite que ese alguien se aleje aún sabiendo que no le hace feliz.
Hay personas que sostienen matrimonios o noviazgos ya destruidos, por el simple hecho de pensar que estar solos es difícil e inaceptable. Hay personas que deciden ocupar un segundo lugar tratando de llegar al primero, pero ese viaje es duro, incómodo y nos llena de dolor y abandono.
Pero hay otras personas que están solas y viven y brillan y se entregan a la vida de la mejor manera. Personas que no se apagan, al contrario, cada día se encienden más y más. Personas que aprenden a disfrutar de la soledad porque las ayuda a acercarse a sí mismas, a crecer y a fortalecer su interior.
Esas personas son las que un día sin saber el momento exacto ni el por qué se encuentran al lado del que las ama con verdadero amor y se enamoran de una forma maravillosa.”

Es la sociedad que nos enseña a aborrecer la soledad

Es habitual ver ofertas de 2×1 en cenas, en cruceros o en cóctels, por lo que no resulta extraño que tengamos la idea preconcebida de que para ser una persona completa y disfrutar de la vida tenemos que tener compañía.
Así que son pocas las personas que no esperan que los demás borren de su mente emocional la sensación de soledad. Tendemos a sentirnos incapaces de hacernos cargo de nosotros mismos, por lo que la consecuencia más directa de ese pensamiento es la necesidad de buscar a alguien que nos proteja.
Tendemos a asociar el hecho de no tener pareja con el aislamiento afectivo y social cuando en realidad no tener pareja no es sinónimo de recluirnos o de no tener opción a tener contacto humano significativo.
No hay una fórmula mágica que nos ayude a superar el temor a estar solos pero la mejor manera de acabar con él es comenzando a estarlo, arriesgándonos a sentir, a conocernos y a caminar sin ayuda. Tengamos o no tengamos pareja, encontrarnos en nosotros mismos y disfrutar de nuestra compañía es esencial para nuestro bienestar. El resto puede o no puede potenciarlo, pues es accesorio.
Así, como dijo Maurice Maeterlinck, “el silencio interior es el sol que madura los frutos del alma”. En otras palabras, encontrar la compañía en uno mismo y enamorarse del yo interno es un gran auto-regalo. Luego que venga lo que sea, pues estaremos capacitados emocionalmente para sintonizar con los demás si queremos.
También cabe la posibilidad de que no queramos enamorarnos de nadie y de que, por lo tanto, deseemos estar solos para conocernos más o vivir experiencias que de otro modo no podríamos. Esta decisión que parece tan fácil de valorar no lo es para el común de nosotros, pues parece que como venimos diciendo en nuestros esquemas es imprescindible tener pareja.
Sea como sea, para enamorarnos de los demás, primero hemos de hacerlo de nuestro autoconcepto, lo cual nos conducirá a alcanzar el equilibrio interior dentro de la soledad, un gran compañera de viaje con la que todos deberíamos hablar en el transcurso de nuestro trayecto vital.

fuente: La mente es maravillosa

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