Quizá un día, al salir del el trabajo empieces a tener problemas para respirar, quizá tu corazón empiece a ir más acelerado y la habitación o el lugar donde te encuentres empiece a dar vueltas. Cuando esto pasa, la sensación que experimentamos es muy similar a la de estar enfermos. Además, ante una enfermedad muy poderosa, ya que el pánico intenta apoderarse de ti y de tus emociones.
Una vez que lo descubras, lo mejor es acudir a un profesional que te facilite y te entrene en el uso de determinadas estrategias que disminuyen la duración y la intensidad de los episodios de pánico.
La forma en la que el pánico intenta invadirte es muy característica. Así, cuando le hayas puesto nombre y se repita, podrás identificarlo con seguridad.
Cuando todo se vuelve inestable
La manifestación de los ataques de pánico tiene diferentes síntomas diferenciales, en función de la persona que los experimente y las circunstancias del momento en el que se produzca.
“El miedo es natural en el prudente, y el saberlo vencer es ser valiente.”
Un ataque de pánico suele durar unos 10 minutos y suele tener algunos síntomas comunes en las personas que lo padecen. Si quieres saber si lo que te ocurre puede ser un ataque de pánico tendrás que identificar algunos de estos síntomas:
- Ataque repentino de miedo y nerviosismo
- Taquicardias
- Sudoración
- Una respuesta desproporcionada a la situación
- Dificultad para respirar
- Sensación de ahogo o asfixia
- Mareos o sensación de desmayo
- Temblores que no te dejan estar en pie
- Náuseas o dolores de estómago
- Miedo como si no se tuviera el control de uno mismo o de que la muerte se acerca
Cuando sucede un ataque de pánico, se pasa tan mal que se tiene un miedo excesivo a pasar por lo mismo, por lo que es habitual que se eviten los lugares y las situaciones donde se ha producido un ataque o donde se cree que puede volver a suceder. Dicho con palabras más técnicas, generamos un miedo anticipatorio, que al final se convierte en un desencadenante más de los ataques.
En ocasiones el trastorno de pánico puede ocurrir junto con otras enfermedades graves como la depresión, trastornos de ansiedad o estrés, por el abuso de drogas e incluso por problemas neurológicos.
Puedes tomar las riendas y domar esas emociones
Pero la realidad es que tú puedes tener el control, es una falsa creencia pensar que no tienes las riendas de tu vida o que los factores externos te dominan. Quizá no seas capaz de controlar todo lo que ocurre en el mundo, pero sí tienes el control de cómo reaccionas ante las diferentes situaciones.
“El miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son.”
Por ejemplo, si no te gusta tu trabajo deberás pensar en cambiarlo, si tienes una enfermedad complicada de tratar puedes encontrar las emociones adecuadas para lidiar con el diagnóstico y enfrentar la enfermedad.
Hay una pregunta que debes hacerte para poder darte cuenta de la intrascendencia de la amenaza que sientes: ¿qué es lo peor que puede pasar? Piensa que experimentas un ataque de pánico porque tu mente ha activado circuitos que deberían permanecer inactivos en la situación en la que en ese momento te encuentras. Tu mente actúa como si hubiera una amenaza que no es real.
Una idea es buscar una solución para el peor de los casos que puedas imaginar. Te darás cuenta de que, aunque se produzca eso tan improbable que has identificado como peor, podrás seguir adelante sin que las medidas que tengas que adoptar para subsanar el posible daño tengan un coste muy alto. Al menos, que no te puedas permitir.
Si tú quieres el pánico es algo temporal
Un ataque de pánico no durará para siempre, no puedes estar en estado de miedo por mucho tiempo. Lo habitual es que tu cuerpo regrese a un estado de normalidad una vez pasado el ataque de pánico.
Una buena herramienta para controlar el pánico tiene que ver con el manejo de la atención: tener elementos distractores preparados a los que escapar hará que, al menos cognitivamente, el pánico no se vea reforzado.
En cuanto a la sintomatología orgánica, haber entrenado técnicas de relajación puede ser un gran recurso para contrabalancear los cambios que produce el pánico en nuestras constantes, acelerando así la vuelta a la calma.
“El que teme sufrir ya sufre el temor.”
Relajar la mente, con meditaciones guiadas o simplemente cerrando los ojos y concentrarte en pensamientos tranquilizadores te ayudará a liberarte de toda la tensión que el ataque de pánico puede haberte dejado.
Puedes expresar mentalmente afirmaciones positivas sobre ti, como por ejemplo: “Yo soy una persona poderosa”, “Soy fuerte”, “Soy capaz de estar bien y superar lo que me ocurre”. Ten conciencia de ti mismo y averigua qué provoca los ataques de pánico. Para ello, puedes seguir alguna de estas estrategias:
- Valora si tienes demasiada presión en el trabajo y busca soluciones
- Evita el café, el azúcar o el alcohol
- Valora si tienes demasiada presión en cualquier ámbito de tu vida
- Evita personas que sean tóxicas para ti
fuente: La mente es maravillosa